El papel del Departamento de Defensa de los EE. UU. en la lucha contra rivales estatales no hemisféricos en Latinoamérica y el Caribe
La incursión de rivales Estatales no hemisféricos de los Estados Unidos en Latinoamérica es un desafío estratégico cada vez más concreto para los EE. UU. y la región, que requiere una respuesta de todo el gobierno, incluyendo el apoyo de las Fuerzas Armadas de los EE. UU. No obstante, el carácter de ese desafío es sustancialmente distinto de los esfuerzos que encararon la Unión Soviética y sus representantes para desestabilizar y derrocar a los gobiernos proestadounidenses en tiempos de la Guerra Fría. Además, la República Popular China (RPC), Rusia e Irán, los tres principales rivales no hemisféricos de los EE. UU. en Latinoamérica, tienen distintos objetivos, recursos, motivaciones y sensibilidades a medida que cada uno se involucra la región. Esa participación suele integrar, aunque no siempre de forma coordinada, a estos tres países y a otros rivales no hemisféricos.
La centralidad de las actividades económicas como eje de la participación de la RPC, actor no hemisférico que representa el máximo desafío estratégico para los EE. UU. y Occidente, indica que la principal amenaza para las Fuerzas Armadas de los EE. UU., en la defensa de asociaciones y del acceso a la región en un entorno regional complejo e interdependiente, no proviene de la insurgencia, sino de la influencia política y de la transformación del tejido socioeconómico de la región, que se alimenta de esa participación china.
Esos impactos se desarrollan a medida que se activan las condiciones propicias, como la corrupción endémica y la malas gestiones de los gobiernos de la región, que generan oportunidades de crisis y llevan al poder a gobiernos populistas de izquierda a través de elecciones inicialmente democráticas, pero que luego se apropian de esas instituciones ante el tibio compromiso popular con los procedimientos democráticos en la consolidación del poder, creando tanto necesidades como oportunidades para que los nuevos populistas autoritarios amplíen su compromiso con China, Rusia, Irán y otros rivales de los EE. UU. Ese apoyo a los populistas autoritarios incluye no solo comercio, inversiones y préstamos, sino también arquitecturas de información y vigilancia, fuerzas armadas y otras formas de compromisos de seguridad que ayudan a los regímenes antiestadounidenses a aferrarse al poder, disminuyendo la seguridad y otras formas de cooperación con los EE. UU., y fomentar el cambio político populista de izquierda en otras partes del hemisferio, mientras profundizan su compromiso y dependencia con los rivales de los EE. UU. no hemisféricos.
Regímenes populistas de izquierda
A finales de 2021, entre los regímenes populistas de izquierda que aprovechaban o profundizaban las relaciones con rivales no hemisféricos de los EE. UU. estaban Cuba, Venezuela, Bolivia, Argentina, Nicaragua y Perú, mientras que Honduras, Chile, Colombia, y Brasil generaban alarmas por sus giros hacia la izquierda.
Incluso en países en donde no gobierna el populismo autoritario, la participación comercial de la RPC como principal rival geopolítico de los EE. UU. y su impacto como modelo de desarrollo alternativo y fuente de recursos, ha debilitado la agenda y la posición estratégica de los EE. UU. en la región.
Si bien el Departamento de Defensa (DoD en inglés) de los EE. UU. ha reforzado su apoyo a los esfuerzos del Gobierno de los EE. UU. en respuesta a la presencia de actores rivales no hemisféricos (actores estatales externos o ESA, en inglés) en la región, no queda claro si actualmente cuenta con los recursos, capacidades o interés para hacerlo de forma efectiva.
En el entorno actual, el simple hecho de proporcionar recursos adicionales, o adaptar y mejorar gradualmente el desempeño del DoD en sus misiones tradicionales en Latinoamérica y el Caribe (o en otros lugares), no alcanza para generar un impacto significativo contra el avance de los ESA en la región. Para que esta misión tenga éxito, las Fuerzas Armadas de los EE. UU. deben desarrollar conceptos estratégicos nuevos y realistas acerca de la aplicación de capacidades como parte de un esfuerzo transversal del gobierno, coordinado con socios internacionales y aquellos actores en su entorno operacional, con el fin de abordar eficazmente el desafío que plantean los ESA.
Elementos de la solución
Internacionalmente coordinado, el esfuerzo transversal del gobierno en el que se basan las actividades de apoyo de las Fuerzas Armadas de los EE. UU. no debe evitar que los socios en la región tengan relación con la RPC, sino más bien utilizar fuentes de influencia diplomáticas, económicas y de otro tipo, de los EE. UU., para promover la participación de socios dentro de un contexto de transparencia, Estado de derecho e igualdad de condiciones, en donde todos tengan las mismas oportunidades de participar. Esto contribuiría a mejorar la competencia de instituciones socias para la planificación, convocatoria y evaluación de proyectos de desarrollo, e igualmente hacer cumplir las leyes nacionales a quienes fueron elegidos para trabajar en el país. Tratar de impedir compromisos con la RPC sería ineficaz y generaría resentimiento entre nuestros socios. En cambio, ayudar a promover la transparencia, el Estado de derecho, la igualdad de condiciones y la realización de proyectos a través de instituciones competentes, reducirán las prácticas corruptas o predatorias de China y otros socios, además de hacer que los habitantes de la región perciban que las instituciones democráticas, bajo un enfoque de mercado en el marco de la ley, pueden traer grandes beneficios a sus vidas.
Dentro de ese marco, el rol de las Fuerzas Armadas de los EE. UU. debe combinar las misiones tradicionales en la región con adaptaciones que respalden la transparencia, Estado de derecho, fortalecimiento de las instituciones de países socios y operaciones en ciertas áreas, para resistir el avance de los ESA. Las Fuerzas Armadas de los EE. UU. deben también fortalecer su evaluación de riesgos para detectar amenazas a largo plazo al elegir a socios preferenciales, y para combatir el avance de rivales en la región, ajenos a sus fuerzas armadas y a otros socios en materia de seguridad, incluyendo los efectos del estímulo y corrupción de la presencia del adversario en la economía, las relaciones de influencia con élites políticas y los cambios de gobierno que llevan al poder a nuevos líderes menos dispuestos a trabajar con los EE. UU., y más orientados hacia sus rivales.
Los conceptos involucrados son complejos y de gran alcance, lo que implica realizar actividades orientadas tanto a la participación en tiempos de paz como a las contingencias en tiempos de guerra. De forma implícita, suponen la mejora y el replanteamiento de las funciones que tienen los asuntos civiles, las relaciones públicas y las operaciones psicológicas, entre otras áreas, así como también los escenarios en donde las fuerzas especiales y otras unidades asignadas a la denominada Área de Responsabilidad (AOR en inglés) entrenan a su personal y a naciones socias. Las actividades involucradas pueden clasificarse en cinco líneas de acción interrelacionadas:
Muestre e impulse la calidad a los socios. La inteligencia, el entrenamiento y la educación militar profesional, equipamiento, ejercicios y garantías de seguridad implícitas, entre otras formas de apoyo estadounidense, son elementos valiosos para nuestros socios en la región; y son considerados de mayor calidad que los que ofrecen competidores como la RPC, Rusia o Irán. Al mantener, extender y mejorar esa oferta, además de eliminar obstáculos para trabajar con nuestras instituciones socias de la manera más conveniente posible (por ejemplo con organizaciones militares que apoyan labores de seguridad interna, respetando su Constitución y sus leyes), las Fuerzas Armadas de los EE. UU. no solo fortalecen las capacidades de sus socios, sino que también incentivan la continuidad de esa relación ante alternativas que la pondrían en riesgo. Con este fin, los EE. UU. deben combinar su demostración de calidad con argumentos veraces sobre por qué la adopción de tecnologías chinas en materia de telecomunicaciones, comercio electrónico y ciudades inteligentes por parte de países socios, o el aumento de participación de las instituciones de seguridad de los ESA, podrían inhibir la cooperación estadounidense y su capacidad para compartir inteligencia y otras informaciones sensibles. No obstante, dicha condicionalidad debe ser veraz y creíble, dado que si las naciones socias lo ignoran, los EE. UU. podrían terminar cediendo terreno innecesariamente a sus rivales o verse obligados a retractarse, perjudicando así la credibilidad de los EE. UU.
Comunicar la amenaza. Como complemento de la diplomacia pública que lidera el Departamento de Estado de los EE. UU., el DoD desempeña un papel importante a través de funcionarios séniores, oficiales de relaciones públicas, y directamente a través de actividades con socios regionales, ya que comunica la amenaza que representan los rivales no hemisféricos en la región. Esto incluye el uso de inteligencia y compromisos de manera enfocada, para recopilar datos sobre las dificultades y los daños sufridos por los socios debido a su relación con empresas chinas y otros actores, comunicando de manera efectiva dichos problemas a través del compromiso de DoD con sus socios en materia de seguridad, poniendo esos datos a disposición del DoD y de otros representantes del Gobierno de los EE. UU. Dichas comunicaciones incluyen el intercambio de información y ayudar a exponer los casos ante las audiencias de la región, con respecto a malas negociaciones y contratos cuestionables con actores chinos. La difusión de información creíble sobre tales riesgos puede ejercer presión en los líderes. De forma complementaria, las entidades del DoD, a través de su trabajo con instituciones de seguridad asociadas y en coordinación con el equipo de la Embajada de los EE. UU., pueden compartir información de interés con las élites de naciones socias que puedan verse afectadas negativamente, para que éstos puedan usar la información en sus propias batallas institucionales para enfrentar estas situaciones. Las comunicaciones del DoD también incluyen el uso de canales institucionales, según corresponda, para informar a los líderes sobre posibles consecuencias de las medidas contempladas, desde una perspectiva de cooperación en materia de seguridad.
Contribuir en el mantenimiento y el fortalecimiento de las instituciones socias. La asistencia en materia de seguridad del DoD y del sector de seguridad en general ha contribuido en diversas formas y durante mucho tiempo a la funcionalidad de las instituciones de países socios. Esto incluye la asistencia directa para mejorar el desempeño de socios a través del entrenamiento y equipamiento. También incluye mecanismos de ayuda para controlar la corrupción mediante el apoyo de esfuerzos de supervisión y evaluación de personal, e indirectamente mediante esfuerzos de lucha contra la influencia corruptora del tráfico ilícito de drogas, minería, bienes, personas y dinero, además de combatir y desmantelar organizaciones involucradas en tales actividades delictivas. En el proceso, el apoyo del DoD al desempeño de los gobiernos democráticos orientados al mercado, para que sean percibidos como baluartes contra el avance de líderes populistas al poder, quienes empíricamente han profundizado la relación de sus países con China y otros actores no hemisféricos de maneras preocupantes, como se menciona en la introducción.
No obstante, deben fortalecerse los conceptos estratégicos, la doctrina y las capacidades del DoD para concentrar dicha asistencia de seguridad y sus aportes a la funcionalidad de los gobiernos de naciones socias, en lugar de ser un mero instrumento para fomentar la buena voluntad o mantener el narcotráfico y la inmigración económica fuera de los EE. UU. Esto requiere no solo nuevas capacidades y mayores recursos, sino también una reevaluación de las autoridades incorporadas en la Ley de Autorización de Defensa Nacional, y otras políticas; para garantizar que en lo posible las contribuciones del DoD sean apropiadas y estén coordinadas con las necesidades de naciones socias y métodos de participación preferenciales.
Aprovechar las perspectivas de los socios y sus posturas institucionales. Como se sugirió anteriormente, las sólidas relaciones y el valor agregado que brinda el DoD a las naciones socias a través de la cooperación en materia de seguridad, convierte a estos países en defensores institucionales dentro de sus sociedades, que buscan lograr los objetivos estratégicos de limitar y canalizar la participación de rivales no hemisféricos descritos al comienzo de este documento. Esto incluye aprovechar las instituciones de seguridad de naciones socias alineadas para abogar por la transparencia y el cumplimiento del Estado de derecho y la igualdad de condiciones en la interacción con dichos actores. Además, promueve la mediación dentro de sus gobiernos para limitar la interferencia de ciertos ESA en telecomunicaciones de inteligencia sensible, comercio electrónico y arquitecturas de vigilancia y cooperación en materia de seguridad.
En la medida en que líderes populistas vayan llegando al poder o que las élites socias simpatizantes de estos ESA comiencen a promover modalidades de relación alarmantes con estas entidades, aquellos amigos de los EE. UU. dentro de instituciones de seguridad de naciones socias pueden ser un recurso importante para comprender, y potencialmente evitar, comportamientos indeseables.
Evaluar y defenderse contra amenazas de guerra de la región. En el contexto de preparación para una guerra a futuro, el DoD debe prever que los ESA podrían intentar llevar a cabo operaciones en el hemisferio occidental, tal como lo intentaron los adversarios de los EE. UU. en la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial. Estas medidas pueden incluir el envío de agentes de inteligencia o fuerzas especiales en la región, para generar crisis de distracción o atacar los flujos de despliegue y sostenimiento de los EE. UU., la economía de los EE. UU., el suministro de alimentos, o la soberanía del mismo territorio estadounidense. Tales amenazas obligan al DoD a crear planes de contingencia y evaluaciones de riesgos, y a expandir su inteligencia y cooperación en la región, para identificar y responder a dichas posibilidades. Esto puede implicar tanto el ampliar capacidades para contribuir a la defensa de naciones socias contra tales ataques, así como planes y entrenamientos con naciones socias para responder a tales amenazas si se lanzan contra los EE. UU. desde los territorios o aguas de las naciones amigas.
Finalmente, incluso ante la falta de alianzas militares formales y acuerdos de base, los EE. UU. deben anticipar la posibilidad de que, en el contexto de un conflicto de esa naturaleza, uno o más Estados de la región permitan el uso de sus puertos, aeródromos u otras instalaciones al Ejército Popular de Liberación (EPL). En particular, dado que durante años los EE. UU. consideraron a Latinoamérica y el Caribe una zona libre de amenazas militares por parte de rivales geopolíticos, los EE. UU. deberían ahora comenzar el desarrollo de planes de contingencia para neutralizar tales amenazas, aprovechando potencialmente el accionar de fuerzas amigas del Estado que permiten el acceso del EPL en tiempos de guerra, y a países vecinos, incluyendo planes estadounidenses creíbles para defender del avance chino a dichos Estados vecinos y fuerzas amigas, a cambio de su apoyo.
Hacia el futuro
El desarrollo de nuevos conceptos estratégicos adecuados para el DoD requiere esfuerzos de la oficina del secretario de Defensa, y al mismo tiempo de cada uno de los servicios dentro del DoD.
Si bien este artículo se ha centrado en los ESA en Latinoamérica y el Caribe como el área donde su presencia representa una amenaza más directa para el territorio nacional, y por extensión a la posición estratégica de los EE. UU., es probable que el desarrollo de conceptos estratégicos y el apoyo de planificaciones y doctrina para abordar el desafío tengan algo de relevancia en todas partes del mundo, según las situaciones generadas a partir de la relación entre los EE. UU. y los ESA en el lugar. El desafío de los ESA lleva a los EE. UU. y al DoD a un nuevo territorio, que difiere tanto de los procedimientos usuales en la lucha contra actores terroristas y delincuentes, como también de la Guerra Fría, librada contra un adversario económicamente menos capaz, en una era de menor interdependencia. Le compete al Departamento de Defensa, como parte de una respuesta estadounidense más categórica, adoptar su pensamiento, recursos y medidas según corresponda.
*El Dr. Robert Evan Ellis es profesor e investigador de Estudios Latinoamericanos del Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército de los EE. UU., especialista en el rol de los actores no hemisféricos, el crimen organizado transnacional y el populismo. De 2019 a 2020, el Dr. Ellis formó parte del grupo de planificación de políticas del secretario de Estado de los EE. UU. Mike Pompeo. El Dr. Ellis ha publicado más de 300 trabajos incluyendo cuatro libros, y es convocado regularmente a declarar ante el Congreso de los EE. UU. Con frecuencia aparece en programas de televisión, radio y otros medios latinoamericanos, y presenta su trabajo regularmente ante organizaciones militares y otras instituciones de la región.
Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista y opiniones expresados en este artículo son los del autor. No necesariamente reflejan la política o posición oficial de ninguna agencia del gobierno de los EE. UU., la revista Diálogo o sus miembros.