La Transición del Orden Mundial: Implicaciones para América Latina y el Caribe
Introducción
La invasión de Rusia a Ucrania —respaldada indirectamente por la República Popular China (RPC)[1] y con la respuesta occidental obstaculizada por la amenaza de una guerra nuclear— destaca un mundo en transición que se aleja del orden institucional, económico e ideológico que ha prevalecido desde el final de Segunda Guerra Mundial.[2] Sin embargo, esta transición tendrá implicaciones significativas y graves, y es probable que su dinámica sea desigual, siendo los Estados Unidos y los Estados democráticos orientados al mercado algunos de los más afectados.
El “orden mundial” es una etiqueta artificial e imprecisa, pero útil para comprender un periodo de tiempo en la compleja interacción entre los Estados y otros actores a medida que cambia su poder relativo, en un contexto de ideas contrapuestas sobre política, economía y otras formas de organización que dominan en diferentes momentos y partes del mundo. Aunque el «orden mundial» está, por tanto, en constante transición, es posible identificar cuándo una alternativa desafía fundamentalmente al grupo de Estados, ideas e instituciones dominantes. La actual transición del «orden mundial liberal»,[3] que ha prevalecido desde la Segunda Guerra Mundial, es producto del ascenso de China y de su empoderamiento por parte de un grupo dispar de actores desafiantes e interesados en ver el debilitamiento del sistema internacional heredado. Ese cambio tiene implicaciones de largo alcance que las naciones liberales pueden manejar, pero no pueden «detener» fácilmente.
El orden liberal que actualmente se encuentra en vías de extinción tuvo dos momentos definitorios. En primer lugar, la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial facilitó el establecimiento de un conjunto de instituciones económicas y políticas globales -como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial- que crearon el marco para la interdependencia económica e informativa del mundo contemporáneo. En segundo lugar, la «victoria» de Estados Unidos en la Guerra Fría sustituyó la principal construcción político-económica en competencia por un consenso temporal, aunque imperfecto, que aceleró el proceso de «globalización», el cual floreció debido a la revolución de la tecnología de la información.
La transición del orden mundial
La interdependencia económica e informativa que floreció tras el final de la Guerra Fría también contribuyó a estimular la resistencia al orden imperante. Algunos ejemplos son los movimientos populistas de izquierda que se alimentaron de la incapacidad del orden imperante para resolver la corrupción y la desigualdad endémicas, así como el extremismo islámico y otras respuestas radicales a la mayor visibilidad de los valores cosmopolitas y seculares en un mundo cada vez más hiperconectado. Al mismo tiempo, para las poblaciones frustradas y los grupos excluidos de todo tipo, esa conectividad proporcionó vehículos para compartir su desilusión y coordinar respuestas, tanto políticas como violentas. No obstante, en este conjunto dispar de respuestas a un orden liberal imperfecto, la RPC se convirtió en el «cambio de juego».
A diferencia de la Unión Soviética durante la Guerra Fría, a pesar de la expansión del poder económico, militar e institucional de la RPC, China no ha promovido deliberadamente un sistema alternativo de organización económica y política y de valores para desafiar al orden liberal o a su principal rival geopolítico, Estados Unidos. Por el contrario, el notable crecimiento, la modernización económica, la base tecnológica y las fuerzas armadas de China la llevaron a comprometerse con una serie de actores no liberales y a financiarlos económicamente, aunque siguiera relacionándose con los Estados más tradicionales del orden liberal. Consecuentemente, fueron los recursos de China -proporcionados en busca de su propio beneficio, sin tener en cuenta las «reglas» del orden liberal imperante- los que contribuyeron a crear las condiciones en las que potencias de nivel medio como Rusia (también ayudada por la posesión de armas nucleares) puedan actuar de forma agresiva, socavando fundamentalmente las normas del orden mundial liberal de integridad territorial y Estado de derecho.
El desafío al orden liberal heredado
Aunque la invasión rusa a Ucrania expuso y aceleró la fractura del orden mundial heredado, es sólo una manifestación particularmente grave de una dinámica más amplia y destructiva. En el centro del orden alternativo emergente se encuentra una interacción mutuamente beneficiosa entre una RPC cada vez más rica y poderosa (que trabaja para reestructurar las relaciones económicas y políticas mundiales en su propio beneficio) y una agrupación dispar de actores indirectamente potenciados en parte por los recursos chinos. Cada uno de estos actores tiene intereses y objetivos muy diferentes, pero todos se benefician en cierta medida del debilitamiento del orden heredado, sus instituciones asociadas, la cooperación, la transparencia y el estado de derecho. La RPC y el diverso grupo de actores con los que comparte una relación simbiótica (promovida por la RPC y que la beneficia) pueden denominarse el «contraorden antiliberal».
El desafío que presenta el «contraorden antiliberal» es muy diferente del que planteó la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Esta última intentó imponer un único sistema mundial alternativo basado en el singular principio de organización político-económica del comunismo. Aunque la RPC suele acoger a otros que adoptan su ejemplo de desarrollo autoritario estatista,[4] orienta estratégicamente sus principales objetivos hacia la continuidad, la seguridad y la riqueza del Estado chino dirigido por el Partido Comunista. Para ello, la RPC exige el silencio de sus socios -e idealmente su apoyo- con respecto a las acciones contra su propia población y su entorno cercano.[5] Estas exigencias incluyen el silencio o el apoyo respecto al control político e informativo que ejerce la RPC sobre su población, la supresión de la democracia y la violación de sus compromisos internacionales respecto a Hong Kong, el internamiento de más de dos millones de musulmanes uigures en Xinjiang,[6] su reivindicación sobre Taiwán y su afirmación de reclamaciones marítimas en los mares del Sur y del Este de China.[7] En el ámbito económico, la RPC espera un trato favorable para sus empresas y ciudadanos. La RPC también espera que se cumplan los términos de los acuerdos con su gobierno y sus empresas -incluso cuando esos acuerdos se han conseguido mediante una negociación asimétrica en términos muy desventajosos para la nación asociada- e independientemente de que esos acuerdos proporcionen los beneficios esperados para el socio.
Asimismo, a la RPC le resulta generalmente indiferente el sistema político de su contraparte, si su socio maltrata a su pueblo, así como si viola sus propias leyes, su Constitución y su compromiso con los demás. Todo ello, siempre que el socio no critique o trabaje contra la RPC y sus intereses fundamentales, y siempre que su socio respete los intereses de las empresas chinas y sus compromisos con ellas. A cambio, la RPC está dispuesta a poner a disposición sus considerables recursos.
En América Latina, el dinero chino ha desempeñado un papel clave en el apoyo a la viabilidad económica de regímenes populistas como el de Venezuela con Hugo Chávez, el de Ecuador con Rafael Correa, el de Bolivia con Evo Morales y el de Argentina con los peronistas,[8] ya que cada uno de ellos trató de consolidar el poder, cambiar las constituciones y las estructuras legales en su beneficio, disminuir la cooperación con los gobiernos e instituciones occidentales y actuar contra la prensa libre y el sector privado. A su vez, a medida que estos regímenes populistas consolidaban el poder, proporcionaban beneficios a China mediante el acceso a los recursos, a menudo a través de acuerdos no transparentes entre Estados en condiciones muy favorables para la RPC, con lucrativos acuerdos paralelos para las élites relacionadas con los regímenes populistas.[9]
La RPC ha contribuido así a la supervivencia de los regímenes populistas antiliberales mientras consolidaban el poder, proporcionándoles recursos para sus economías, así como la oportunidad de que el dinero de la «corrupción» pague a los partidarios del régimen a través de los acuerdos. Además, la RPC también vendió a estos regímenes alineados equipos de seguridad, como los vehículos blindados utilizados[10] por el régimen de Maduro para reprimir a los manifestantes[11] y excluir al Congreso democráticamente elegido de la Asamblea Nacional en 2020. También suministró la capacidad digital para controlar a las poblaciones, como el Sistema de Carnet de la Patria proporcionado por ZTE al régimen venezolano.[12] El régimen de Maduro exige el carnet para votar, recibir las escasas raciones de comida suministradas por el gobierno y las vacunas.[13] Otros ejemplos incluyen capacidades estatales de vigilancia al estilo chino, como el ECU-911 en Ecuador,[14] el BOL-110 en Bolivia[15] y el apoyo proporcionado al gobierno venezolano por la empresa estatal china CEIEC para espiar a la oposición democrática.[16] En Cuba, el apoyo digital chino incluyó sistemas proporcionados por Huawei a la empresa cubana de telecomunicaciones ETECSA,[17] utilizados para ayudar a cortar y aislar a quienes protestaban contra el régimen en julio de 2021.[18]
Al evaluar la sensatez y la sostenibilidad del comportamiento de la RPC, algunos analistas occidentales aplican erróneamente los parámetros convencionales para evaluar el riesgo, creyendo que la demostrada falta de fiabilidad y la insostenibilidad económica de las acciones de los regímenes no liberales hacen que los compromisos de recursos chinos con ellos sean imprudentes.[19] Sin embargo, estos análisis pasan por alto la capacidad de la RPC de aprovechar una combinación de mecanismos legales y la dependencia de los regímenes asociados de la RPC como «sostén de última instancia» para garantizar el pago de la deuda china. De hecho, de los más de 62.000 millones de dólares prestados por la RPC a Venezuela,[20] el régimen de Maduro se vio obligado a devolver a los chinos la totalidad de la deuda, excepto 19.000 millones de dólares,[21] a pesar de haber incumplido prácticamente todas sus demás obligaciones.
Aunque la RPC no busque promover la toma del poder mediante la subversión, como hizo la Unión Soviética durante la Guerra Fría, la proliferación de regímenes no liberales beneficia estratégicamente a China de múltiples maneras. Por ejemplo, estos regímenes suelen proporcionar recursos a empresas con sede en la RPC y realizar transacciones con ellas en condiciones muy beneficiosas para China. Esta dinámica refleja la orientación política favorable de estos regímenes hacia China, su voluntad de hacer tratos «de Estado a Estado» y su falta de otras alternativas, ya que sus políticas los llevan a ser sancionados o excluidos de las instituciones de financiación privada e inversión multinacional del orden liberal. Las condiciones favorables obtenidas por la RPC con los regímenes no liberales también reflejan la disminución de la transparencia de estos regímenes ante la supervisión nacional e internacional, así como la agitación y politización de sus instituciones a medida que los nuevos gobiernos populistas se consolidan en el poder, impidiendo su capacidad para negociar eficazmente con la RPC y sus empresas. Adicionalmente, la RPC se beneficia de las mayores oportunidades de vender sus productos a estos regímenes, incluidos sus equipos militares y de seguridad, así como las arquitecturas de vigilancia y control. De hecho, la naturaleza autoritaria de los regímenes asociados hace que a menudo China esté dispuesta a vender servicios que son mucho más invasivos para la privacidad de los ciudadanos que lo que China puede vender a los gobiernos democráticos que son más sensibles a los derechos de privacidad de sus ciudadanos.
Uno de los mayores beneficios estratégicos indirectos para la RPC es que la búsqueda de intereses antiliberales por parte de sus países asociados -ya sea por motivos ideológicos, criminales, religiosos o de otro tipo- debilita y distrae a los principales rivales Occidentales de China, como Estados Unidos y la Unión Europea. Al mismo tiempo, China sigue beneficiándose de hacer negocios con esos mismos rivales. De este modo, la RPC puede reclamar una independencia admisible de las acciones de los socios no liberales a los que financia y da poder.
En América Latina, los regímenes autoritarios están consolidando su poder en Venezuela, Nicaragua y Cuba. En el resto de la región, un número sin precedentes de gobiernos han llegado al poder con diversos grados de preocupantes tendencias autoritarias,[22] incluyendo el gobierno peronista de Alberto y Cristina Fernández en Argentina, el gobierno del MAS de Luis Arce en Bolivia, y el gobierno de Morena de Andrés Manuel López Obrador en México. Por otra parte, en Honduras, el gobierno populista de izquierda de Xiomara Castro ha adoptado inicialmente una postura relativamente democrática -incluyendo una disposición profesada a luchar contra la corrupción-,[23] pero una maniobra dentro del partido Libre para desertar de los deseos de la presidente electa e imponer un presidente suplente en el nuevo Congreso sugiere los riesgos que plantean los elementos antidemocráticos internos del movimiento.[24] Del mismo modo, la coalición de gobierno de centro-izquierda de Gabriel Boric en Chile, que incluye un papel clave para el Partido Comunista chileno,[25] se ha mostrado como democrática, pero algunos de los conceptos más radicales planteados por la Asamblea Constituyente que actualmente está redactando una nueva constitución,[26] junto con el potencial de las crisis económicas y fiscales autoinfligidas,[27] ponen de manifiesto los riesgos de estas configuraciones políticas emergentes en la región.
Asimismo, la probable victoria tanto del ex guerrillero del M-19, Gustavo Petro, en las elecciones de mayo en Colombia,[28] como de Luis Ignacio Lula da Silva en las elecciones de octubre en Brasil[29] plantea igualmente oportunidades adicionales para que los elementos antidemocráticos alineados con ambos hagan que esos países sudamericanos clave participen en el “contraorden antiliberal”.
En El Salvador, el régimen populista de derecha de Nayib Bukele también ha tomado acciones cada vez más controvertidas para proteger y avanzar en su poder, incluyendo la ocupación de la Asamblea Nacional con las fuerzas armadas en febrero de 2020,[30] y el despido del Fiscal General y de cinco jueces de la Corte Suprema que representaban una amenaza percibida para su gobierno,[31] mientras se vuelve cada vez más dependiente de los recursos chinos para compensar financieramente su desafío a las instituciones occidentales.[32]
En América Latina, al igual que en otros lugares, las tensiones económicas y fiscales de la pandemia de la COVID-19 y, más recientemente, los efectos adversos de la invasión rusa de Ucrania en la economía mundial agravan las frustraciones populares de larga data con la corrupción y el mal desempeño del gobierno. Estos acontecimientos concurrentes, a su vez, proliferan las oportunidades para la elección de gobiernos más populistas que están abiertos a aprovechar los recursos chinos para mantener la viabilidad de sus regímenes mientras consolidan el poder. Así, las tensiones económicas de la COVID-19 y la invasión rusa de Ucrania, unidas al dinero chino, constituyen un bucle de refuerzo que amenaza con ampliar aún más el “contraorden antiliberal”.
Dinámica disfuncional y contagio
La dinámica del “contraorden antiliberal” emergente es posiblemente desestabilizadora y peligrosa para todos los Estados, democráticos o no, debido a las interdependencias económicas, informativas y de otro tipo del sistema internacional. En concreto, la eliminación de la transparencia y la rendición de cuentas por parte de los regímenes antiliberales ante sus poblaciones; la autoexclusión asociada de estos regímenes de la cooperación con las instituciones occidentales de supervisión, aplicación de la ley y técnicas; y la tendencia de los gobiernos antiliberales a sustituir a los profesionales por leales políticos impulsan colectivamente a los regímenes antiliberales hacia políticas populistas económicamente autodestructivas, la corrupción y la delincuencia, con graves efectos adversos para los vecinos y los socios comerciales. En Venezuela, por ejemplo, la consolidación del poder por parte de los chavistas se correlacionó con el colapso gradual de la industria petrolera venezolana[33] (incluso antes de la imposición de importantes sanciones estadounidenses a partir de 2020) y el crecimiento de poderosas estructuras criminales dentro del país. Estas estructuras incluyen la organización de narcotráfico venezolana «Cartel de los Soles» (afiliada al Ejército), el crecimiento de la minería ilegal en la cuenca del Orinoco y la propagación generalizada de «pranes» o bandas carcelarias -incluyendo otras organizaciones como los «sindicatos»- que hacen de la zona de Caracas una de las más inseguras de América Latina. Estos espacios mal gobernados, crearon oportunidades y dieron cobijo a grupos criminales y terroristas de la vecina Colombia, como los disidentes de las FARC[34] y el ELN,[35] entre otros.
En resumen, aunque el dinero chino puede ayudar a los regímenes antiliberales a consolidar el poder y continuar con su gobierno, también engendra inadvertidamente la disfunción económica y la criminalidad en esos países. Asimismo, las tensiones sociales asociadas a los modelos delictivos también afectan a los vecinos del país «infectado» a través del comercio, los flujos de refugiados y otras interacciones.
Debido a la naturaleza de la contienda entre el sistema liberal en decadencia y la contraorden antiliberal, es probable que aumente la incidencia de conflictos como el de Ucrania, así como de otros acontecimientos que estresan el sistema, como la migración y la delincuencia. Estos desafíos contribuirán a extender el “contraorden antiliberal” en los próximos años. Otras tensiones, como nuevas pandemias y los efectos del cambio climático que, aunque no sean causados por China y el “contraorden antiliberal”, también es probable que agraven la propagación. Estas presiones socioeconómicas, a su vez, aumentarán aún más las presiones sobre los sistemas democráticos de débil rendimiento para que se polaricen y adopten soluciones populistas.
La dimensión nuclear y el uso de la fuerza militar
A pesar de la proliferación de conflictos, la proliferación de armas nucleares -y la preocupación por la guerra nuclear- probablemente impedirá que los Estados del orden liberal residual respondan con la fuerza a la agresión de los regímenes del “contraorden antiliberal” en todas las circunstancias, salvo las más excepcionales. Como se ha visto en la contención occidental ante la agresión rusa en Ucrania,[36] los intentos actuales y futuros de reducir el riesgo de escalada hacia un conflicto nuclear impedirán la formulación de coaliciones para responder militarmente a las acciones de los Estados agresores.[37]
Al mismo tiempo, el éxito de las armas nucleares rusas para impedir que la OTAN responda a su invasión de Ucrania con la fuerza, combinado con el papel de la RPC como socio alternativo para los regímenes antiliberales sancionados, puede animar a otros Estados antiliberales a emplear la amenaza de la fuerza militar como una herramienta viable para perseguir sus objetivos estratégicos, suponiendo que crean que pueden emplear sus fuerzas armadas de forma más eficaz que Rusia.
La contribución demostrada de las armas nucleares de Rusia es que la moderación occidental probablemente también alentará a los regímenes no liberales a obtener o conservar las armas nucleares como herramienta que impida que las coaliciones de Estados liberales respondan militarmente cuando los regímenes no liberales depredadores utilicen la fuerza para perseguir sus objetivos contra actores más débiles.[38]
En resumen, el efecto de demostración de la invasión rusa de Ucrania, aunque haya sido sustancialmente infructuosa, puede aumentar la proclividad de los Estados no liberales a emplear o adquirir armas nucleares, dando nueva vida a la importancia de las armas y las alianzas como herramientas necesarias para resistir los avances de los vecinos.
Desacoplamiento del orden mundial
En este contexto, es probable que un subproducto estratégico clave del ascenso del «contraorden antiliberal» sea una «disociación» acelerada entre los Estados asociados al orden liberal y el “contraorden antiliberal”. Gran parte de esta disociación es autoimpuesta, con regímenes populistas que utilizan justificaciones ideológicas para retirarse de la participación en instituciones financieras occidentales supuestamente opresivas como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, restringir la cooperación en materia de aplicación de la ley con instituciones como la Agencia Antidroga de Estados Unidos, o impedir la cooperación y la supervisión financiera a través de instituciones como el Grupo de Acción Financiera Internacional y el Grupo Egmont de Unidades de Inteligencia Financiera.
En la práctica, esa exclusión suele ser interesada, ya que protege a los regímenes cada vez más corruptos de la supervisión o el alcance de esas entidades. Al mismo tiempo, sin embargo, los gobiernos liberales también impulsan la desvinculación, ya que aplican sanciones financieras y de otro tipo contra los regímenes no liberales por sus violaciones de las normas y los compromisos, como demuestran las sanciones occidentales contra Venezuela, Irán y, más recientemente, contra Rusia, que incluyen la suspensión de los principales bancos rusos del sistema de compensación de divisas SWIFT.[39] Estas acciones, a su vez, estimulan la construcción de estructuras paralelas separadas fuera del orden liberal. La exclusión parcial de Rusia del SWIFT, por ejemplo, no sólo la ha obligado a trabajar con los chinos y otros para establecer mecanismos alternativos de compensación interbancaria, sino que también lleva a China y a otros actores a reconocer las vulnerabilidades demostradas y a diversificarse fuera de los mecanismos del orden liberal, en previsión del día en que ellos también puedan ser objeto de sanciones.
Los impulsos «defensivos» tanto de los gobiernos liberales como de los regímenes del “contraorden antiliberal” también impulsan la disociación. Por ejemplo, en el ámbito de las tecnologías digitales, a medida que los Estados occidentales liberales ven cada vez más a la RPC y a otros países como adversarios, amplían la exclusión de proveedores chinos como Huawei, Hikivision y otros de las arquitecturas digitales en áreas como las telecomunicaciones, los centros de datos, las ciudades inteligentes y el comercio electrónico.
Al mismo tiempo, los regímenes antiliberales están construyendo de forma similar barreras y herramientas para controlar sus propias arquitecturas digitales con el fin de supervisar las comunicaciones dentro de su población que podrían desafiar al régimen, incluso filtrando las noticias externas y el contenido de las redes sociales.
El resultado de estas acciones, ya sea la autoexclusión o las medidas reaccionarias, es la «disociación» acelerada y multidimensional entre el orden liberal residual y el “contraorden antiliberal” emergente. Aunque el “contraorden antiliberal” seguirá siendo muy heterogéneo en términos ideológicos y de otro tipo, el desacoplamiento creará la ilusión de dos bloques competidores semicoherentes.
En el ámbito político, el mundo se dividirá cada vez más en tres grupos, no dos, que se superponen: (1) Los Estados centrales del orden liberal heredado, como Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y los regímenes que se adhieren a los principios con conceptos de democracia, libre mercado, transparencia y estado de derecho. (2) Los Estados centrales del contraorden antiliberal, que incluyen a China como principal motor económico y a un conjunto diverso de Estados de diferentes tamaños, ideologías y modos de organización económica o criminal potenciados por ella, desde Rusia hasta Irán, pasando por Venezuela y Corea del Norte. (3) Los Estados de la «zona gris», que siguen participando en mayor o menor medida en las instituciones políticas, económicas y jurídicas del orden internacional liberal al tiempo que desean obtener beneficios de la participación china.
Por esta razón, y por diferentes razones de principio y cálculos de interés, los Estados de este tercer grupo pueden negarse a condenar y pueden comprometerse con la RPC y otros Estados del “contraorden antiliberal” en diversos grados.
Conclusiones
La guerra en Ucrania pone de manifiesto el profundo cambio en la dinámica de seguridad mundial que se está produciendo desde hace tiempo. Es en parte producto de los efectos de refuerzo de una China cada vez más poderosa que persigue sus propios intereses económicos y estratégicos, así como da poder a un grupo diverso de actores no liberales. La nueva dinámica es muy diferente de los bloques ideológico-político-militares en competencia que caracterizaron la Guerra Fría y podría decirse que no es producto de un diseño consciente por parte de la RPC ni de ninguno de los actores a los que da poder al relacionarse con ella. No obstante, los resultados de esta dinámica son transformadores. Es probable que debiliten la funcionalidad de las instituciones políticas y económicas que han sustentado el orden mundial desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Como se ha visto en este trabajo, también es probable que provoquen un aumento de la violencia e incluso una renovada carrera por adquirir armas convencionales y nucleares en un mundo menos próspero, menos seguro y más dividido.
La buena noticia es que ese futuro no es inevitable. Sin embargo, no hay remedios políticos preparados para este desafío. Más bien, los líderes políticos y económicos, así como otros planificadores estratégicos deben evaluar los riesgos y planificar la posible nueva realidad.
Este artículo -en su versión en inglés- ha sido publicado inicialmente por Global Americans: https://theglobalamericans.org/2022/03/the-transitional-world-order-implications-for-latin-america-and-the-caribbean/
Notas Finales
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- Charlie Campbell, “How Russia’s Invasion of Ukraine Could Change the Global Order Forever”, time (24 de febrero de 2022), https://time.com/6150874/world-order-russia-ukraine/ ↑
- “What Is the Liberal World Order?”, world 101 from the council on foreign relations, https://world101.cfr.org/how-world-works-and-sometimes-doesnt/global-governance/what-liberal-world-order ↑
- “Martin Jacques: China’s path could be an example for developing countries”, news guangdong (24 de junio de 2021), https://www.newsgd.com/node_1299786306/7897dcba9e.shtml ↑
- Azeem Ibrahim, “China Has No Room for Dissenting Friends”, foreign policy (10 de abril de 2019), https://foreignpolicy.com/2019/10/04/silence-xinjiang-hong-kong-protests-china-allies/ ↑
- Ellen Halliday, “Uighurs Can’t Escape Chinese Repression, Even in Europe”, the atlantic (Brussels: 20 de agosto de 2019), https://www.theatlantic.com/international/archive/2019/08/china-threatens-uighurs-europe/596347/ ↑
- “China’s Maritime Claims in the South China Sea”, us department of state (24 de enero de 2022), https://www.state.gov/briefings-foreign-press-centers/chinas-maritime-claims-in-the-south-china-sea ↑
- Christopher Balding, “Venezuela’s Road to Disaster Is Littered With Chinese Cash”, foreign policy (6 de junio de 2017), https://foreignpolicy.com/2017/06/06/venezuelas-road-to-disaster-is-littered-with-chinese-cash/ ↑
- “En nuevo libro de Fernando Villavicencio se habla de millonarias pérdidas por petróleo”, el universo (27 de marzo de 2017), https://www.eluniverso.com/noticias/2017/03/27/nota/6110365/nuevo-libro-activista-se-habla-millonarias-perdidas-petroleo/ ↑
- Zachary Keck, “Venezuela Uses Chinese Weapons in Crackdown”, the diplomat (7 de marzo de 2014), https://thediplomat.com/2014/03/venezuela-uses-chinese-weapons-in-crackdown/ ↑
- Kristin Huang, “Venezuela is sending in Chinese-made ‘Rhinoceros’ armored vehicles to suppress anti-government protests”, business insider (3 de mayo de 2019), https://www.businessinsider.com/venezuela-using-chinese-made-rhinoceros-vehicles-against-protestors-2019-5 ↑
- Angus Berwick, “Venezuela is rolling out a new ID card manufactured in China that can track, reward, and punish citizens”, business insider (18 de noviembre de 2018), https://www.businessinsider.com/venezuela-id-card-tracks-citizens-like-china-2018-11 ↑
- Daniel Lozano, “Un carnet de la patria para acceder a la vacuna en Venezuela”, el mundo (15 de abril de 2021), https://www.elmundo.es/internacional/2021/04/15/60787662fdddfff5b68b4594.html ↑
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- Anthony Boadle, “Brazilian leftist Lula leads Bolsonaro ahead of October election, poll shows”, reuters (21 de marzo de 2022), https://news.yahoo.com/brazilian-leftist-lula-leads-bolsonaro-142403935.html ↑
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- “ELN in Venezuela”, insight crime (28 de enero de 2020), https://insightcrime.org/venezuela-organized-crime-news/eln-in-venezuela/ ↑
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- Sumantra Maitra, “The Perils of Emotional Arguments for Intervention in Ukraine”, national interest (18 de marzo de 2022), https://nationalinterest.org/feature/perils-emotional-arguments-intervention-ukraine-201292 ↑
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- Kaitlan Collins, Phil Mattingly, Kevin Liptak y Donald Judd, “White House and EU nations announce expulsion of ‘selected Russian banks’ from SWIFT”, edition cnn (27 de febrero de 2022), https://edition.cnn.com/2022/02/26/politics/biden-ukraine-russia-swift/index.html ↑